viernes, 6 de agosto de 2010

Cocinando Inception (Por Marcelo Argañaraz)


Está bien hablar de “Inception” y no de “El Origen” cuando se habla de la nueva película de Christopher Nolan. No porque me haga el exquisito del inglés o, en su defecto, de la correcta utilización de las palabras, sino porque “Inception” describe mejor de que va la cosa que al decir “El Origen”.
“Inception” es una acción específica. La película lo plantea como algo imposible de hacer. Se trata de instalar una idea en la cabeza de alguien a través de un viaje por distintos niveles de sueños, para que este asuma a esa idea como propia. Mierda… pedazo de premisa para mandarse una película.
Pero también está bien recordar que detrás de la misma está este muchacho Nolan que, aunque no tiene una cantidad grande de realizaciones, con su puñado de películas ya se puede identificar cual es el barrio en el que le gusta andar. Y no es el barrio Cabildo. Tampoco el 8 de Abril. Nolan tiene su propio country pero donde viven chetos con conflictos más ligados a Kafka que a Valeria Mazza.
Entonces veamos que puedo decir al respecto teniendo en cuenta este preámbulo explicativo. Es que al final estoy haciendo más o menos lo que Nolan hace en “Inception”: explicar que es lo que voy a hacer pero porque me interesa que me entiendan y no porque los estoy subestimando.
“Inception” se explica todo el tiempo. Sobre todo en la primera parte si es que podemos decir que hay dos. Pero no explica cual cátedra de Física en alguna universidad, sino más bien como lo hace Narda Lepes en su programa de cocina. Narda necesita que nosotros, sus espectadores, podamos entender que es lo que está cocinando y en ese proceso explicativo también hay algo de placer que no será el mismo que cuando uno come el plato realizado, pero que prepara las papilas gustativas de una manera más efectiva. Eso hace Nolan. Como Narda no nos explica de donde salió ese pedazo de merluza espectacular que está en su mesa, quien fue el que puso la guita para comprarlo o si la ayudante que tiene monotributa o es empleada de planta permanente de El Gourmet. Esa realidad no está en el cine de Nolan. Y tampoco se la extraña porque no es necesaria.
Con “Memento” Nolan debió sufrir. Es algo que me imagino. Como buen bandeño que soy. Me lo imagino andando en el super y que la gente lo para en la góndola de las frutas para pedirle que les explique la película. Nolan debe haber dicho: “Claro, la idea no es mala; sólo debo contarla para la gente que va al cine”. Y quienes son estos, me preguntarán: los vecinos que se cruzan con Nolan en la góndola de las verduras. No van los que asisten a festivales de cine que tratan de encontrar la nueva de Apichatpong Weerasethakul o de Ming-liang Tsai. Para ellos Nolan sólo está bien cuando hace un Batman que “respeta su esencia”. ¡Es Batman! Y en consecuencia, Nolan, por más que vaya a filmar de traje como Hitchcock y sea inglés, es un pelotudo a rayas que tiene productores con mucha plata detrás.
“Inception” tiene una premisa supuestamente muy compleja. Y digo supuestamente porque se trata de “viajar” a través de sueños y cuando se habla de ellos inmediatamente alguien mete la palabra “onírico” y de ahí prendemos el cohete y nos vamos a la luna de Buñuel y Borges. Y para Nolan, los sueños en “Inception” son como los casinos para Steven Soderbergh en “Ocean Eleven”: una oportunidad para hacer un plan perfecto de entretenimiento. Y lo logra. Completamente. Como Narda Lepes lo hace con ese pedazo de merluza que no nos importa quien lo fue a comprar en al puerto. Así que, Nolan… seguí cocinando que yo te voy a volver a ver, con mi anotador para anotar los ingredientes de la receta.

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