Este film del Laurent Cantet (premiado con la Palma de Oro en Cannes) es transparente y a la vez complejo. Transparente porque su puesta en escena nos pone de frente a una clase de manera directa, nos instaura en diversos momentos que fluyen con total naturalidad.
Complejo porque en esa transparencia se abordan temas cruciales como la relación entre educador y educando, la política lingüística, el multiculturalismo, la adolescencia y sus perspectivas sociales.
Que Laurent Cantet no moralice sobre estos temas, que cada actor produzca en sus parlamentos una sensación de pura franqueza, que el film se convierta en un verdadero micro-mundo de una sociedad entera son una pequeña cantidad de motivos para considerar a Entre los muros como una obra soberbia, adulta, consagratoria. En otros términos: una obra maestra.
En esta pieza, Cantet se introduce en la relación del profesor compuesto por François Bégaudeau (docente en la vida real, autor del libro que inspiró el film) y sus alumnos. Luego de un trabajo minucioso que le demandó un año entero, el director consiguió un homogéneo desempeño por parte de un reparto de actores no profesionales que acompaña y completa su propuesta.
En cuanto al profesor, el film lo singulariza: no es cualquier docente. Como queda claro en las escenas que lo muestran debatiendo con sus pares, se trata de un profesor que busca establecer consensos, preguntarse por cada actitud desplegada en el aula, por cuan pedagógico puede ser en su desempeño. Claro que se “enfrenta” a un grupo de alumnos no siempre (casi nunca) complacientes, pero que detrás de cada queja, cada reproche, deja entrever un pedido de ayuda y comprensión.
Rodada en impecable HD, la película se configura como una suerte de docu-drama objetivista, puesto que su estructura poética sugiere que la realidad puede ser comprendida, diseccionada a través del dispositivo cinematográfico. Obra de preguntas y respuestas que quedan latentes en el espectador, necesita de un receptor ávido de encontrar detalles en cada momento. Laurent Cantet se sirve de la cámara como una lupa, cuya imagen hace foco en uno de los espacios más polémicos, más complejos, pero a la vez más nobles con los que aún contamos: la escuela. Es allí y en la sala en donde se produce el milagro.
En esta pieza, Cantet se introduce en la relación del profesor compuesto por François Bégaudeau (docente en la vida real, autor del libro que inspiró el film) y sus alumnos. Luego de un trabajo minucioso que le demandó un año entero, el director consiguió un homogéneo desempeño por parte de un reparto de actores no profesionales que acompaña y completa su propuesta.
En cuanto al profesor, el film lo singulariza: no es cualquier docente. Como queda claro en las escenas que lo muestran debatiendo con sus pares, se trata de un profesor que busca establecer consensos, preguntarse por cada actitud desplegada en el aula, por cuan pedagógico puede ser en su desempeño. Claro que se “enfrenta” a un grupo de alumnos no siempre (casi nunca) complacientes, pero que detrás de cada queja, cada reproche, deja entrever un pedido de ayuda y comprensión.
Rodada en impecable HD, la película se configura como una suerte de docu-drama objetivista, puesto que su estructura poética sugiere que la realidad puede ser comprendida, diseccionada a través del dispositivo cinematográfico. Obra de preguntas y respuestas que quedan latentes en el espectador, necesita de un receptor ávido de encontrar detalles en cada momento. Laurent Cantet se sirve de la cámara como una lupa, cuya imagen hace foco en uno de los espacios más polémicos, más complejos, pero a la vez más nobles con los que aún contamos: la escuela. Es allí y en la sala en donde se produce el milagro.
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