domingo, 31 de octubre de 2010

Turismo cinematografico (por Alicia Chavez)


Muchas veces, cuando voy al cine a ver una película sobre guerras, enfrentamientos armados, luchas entre buenos y malos etc. etc. y me aburro, empiezo a desear la pronta muerte de los involucrados con la esperanza de que con ello se acelere el fin de la cinta.
¿Qué me paso cuando fui a ver “comer, rezar, amar”? Se me hacía difícil esperar la muerte de Julia Roberts debido a que el objeto más contundente observado a lo largo de la película, fueron los tenedores con que pincharon los manjares que graciosamente deglutían los personajes en Italia.
Ah si si si, la hermosa figura de Julia Roberts apela al disfrute de la vida comiendo pastas y resignándose a la compra de jeans de un talle más grande, porque aunque tengas un rollito, al verte desnuda, un hombre jamás elegirá irse.
Mi única esperanza era que en cualquier momento el filme se ponga bueno. Esto implicaba, en primer lugar que la cara sobre expuesta de la protagonista dejara de sonreir.
Pero no tuve suerte. Aún en los momentos más dramáticos de búsqueda de paz interior en el templo hindú cuando esa extraña especie de animalitos voladores que se posan en la piel y succionan sangre atacan a la protagonista, el director se las arreglo para mostrarme los hermosos dientes enmarcados por la sensual boca de Liz.
El tiempo de metraje se volvió extenso, especialmente porque a pesar de los maravilloso paisajes que se pudieron apreciar, constantemente tenía la sensación de que aparecerían Osho y/ o Jorge Bucay para brindar alguna receta infalible en pos la felicidad duradera.
En estos puntos es cuando empiezo a sentirme miserable por desear el final trágico, querer que se produzca un terremoto, un tsunami, una devaluación, o algo que nos baje de esa fantástica nube de vegetación y buenas intenciones.
¿La mejor parte? El matrimonio arreglado de la muchachita Hindú. El único espacio donde occidente no pudo hacer nada para mejorarle la vida a esa pobre gente que se casa siguiendo arreglos y tradiciones familiares. ¡Maldito turismo que inculco en la mente de las jovencitas esa idea de que una debe casarse por amor o cursar una carrera universitaria para realizarse!
El mensaje es fatal: En occidente somos libres y podemos salir a viajar por el mundo, limpiar pisos y dormir en pocilgas para encontrar nuestra paz interior y destino trascendente, mientras ustedes, infelices orientales, siguen tradiciones arcaicas aunque pintorescas y nunca podrán ser felices a la manera hollywoodense, con cabellos rubios y música que ambiente nuestros momentos importantes.
Finalmente, Julia no se ahogó en las aguas turquesas del mar Indico y se fue de paseo con el sudamericano de Bardem a navegar por las tranquilas aguas del amor intercultural. Por su parte, la gente no espero a que se prendan las luces del cine para salir de la sala.

Ah cierto!!! Algo bueno tiene que tener esta película: La Música.

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